Ya que Dios es omnipresente, ¿qué hay de especial en estar en la presencia omnipresencia?

La Biblia enseña claramente que Dios es omnipresente. Dios está presente en toda Su creación. No hay lugar al que uno pueda ir para escapar de la presencia de Dios (Salmo 139:7-10). El universo mismo es una creación de Dios. Dios no sólo ha creado el espacio, sino que además lo llena de Sí mismo. Las escrituras afirman que Dios llena el cielo y la tierra (Jeremías 23:24). Por otra parte, no se puede decir que el espacio contenga o sujete a Dios (1 Reyes 8:27). El cielo es el trono de Dios y la tierra es el estrado de Sus pies (Isaías 66:1). Dios es tanto trascendente como inmanente. Existe por encima y más allá del espacio y el tiempo, y aun así los llena.

Aunque Dios está presente en todas partes, las personas no siempre son conscientes de Su presencia y no todas la experimentan de la misma manera. Antes de la caída, Adán y Eva disfrutaban de la presencia de Dios. No obstante, después de desobedecer a Dios, intentaron esconderse de Su presencia (Génesis 3:8). El intento que hicieron fue inútil. Dios era, y siempre será, omnipresente y omnisciente. Ahora bien, por causa del pecado, la culpa y la vergüenza, Adán y Eva dejaron de disfrutar de la presencia de Dios. Por su desobediencia, hundieron a toda su posteridad (nosotros) en un estado de hostilidad hacia Dios y de distanciamiento hacia Él (Romanos 5:12; 8:7-8; Colosenses 1:21). Es en este sentido que se dice que la humanidad está separada de Dios, alejada de Dios, etc. (Efesios 2:13). No es que Dios haya dejado de ser omnipresente, sino que la relación del hombre con Dios ha cambiado. El pecado nos ha separado de la presencia bondadosa y amorosa de Dios, pero no de Su presencia esencial (Efesios 2:14). Dios sigue sosteniendo y sustentando toda Su creación (Hebreos 1:3). Todas las personas viven y respiran y tienen su ser en Dios (Hechos 17:28). Sin embargo, la relación que antes era amorosa se ha vuelto hostil. Las personas que fueron creadas por Dios ahora suprimen el conocimiento de la verdad incluso en lo que respecta a Su naturaleza y poder eternos, entre los que se incluye Su omnipresencia (Romanos 1:18-21). Si la gente puede convencerse de que Dios no es omnipresente, entonces piensan que pueden esconder su pecado de Su vista y escapar del juicio (Juan 3:19). Con todo, nadie puede esconderse de Dios. "Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz" (Salmo 139:12).

A pesar de la rebelión de la humanidad contra Dios y por Su gran amor y gracia, Dios ha decidido revelarse a nosotros a través de varias maneras (Efesios 2:4-5; Hebreos 1:1-2). En primer lugar, se ha revelado en la creación (Romanos 1:20). ¿Quién no ha sentido algo de la presencia de Dios cuando está sentado en la cima de una montaña o en una playa de arena? ¿No nos susurran el viento y la lluvia que Dios está presente? En segundo lugar, Él se ha revelado a través de Su Palabra (Hebreos 4:12). A lo largo de la historia, Dios ha revelado progresivamente Su naturaleza a Su pueblo. Debido al pecado de la humanidad (en nuestro estado actual) y a la santidad de Dios, la visión de la gloria y la presencia completas de Dios (Su rostro) nos mataría (Éxodo 33:20). Por eso, Él ha simpatizado con nosotros y ha corrido gradualmente la cortina. A través de diversas manifestaciones de sí mismo a Sus profetas, nos ha mostrado Su bondad, santidad, justicia y fidelidad (Éxodo 33:19; Isaías 6:1-5; Romanos 9:14; 2 Timoteo 2:13). Finalmente, en la encarnación, Dios se nos ha revelado más claramente a través de Su único Hijo, Jesucristo. Sólo que ahora vemos como en un espejo tenue o a través de un cristal oscuro (1 Corintios 13:12). Solamente cuando seamos glorificados con los santos en el cielo, veremos a Dios cara a cara y experimentaremos la plenitud del gozo que conlleva estar en Su presencia.

Dicho esto, los que están en Cristo experimentan ahora algo de la presencia de Dios. Su Espíritu Santo ha venido a morar en los creyentes como un buen depósito (2 Timoteo 1:14). Ahora bien, mientras estamos en estos cuerpos, ese Espíritu lucha y combate contra nuestra vieja naturaleza pecaminosa (Gálatas 5:17). Sólo cuando Cristo regrese y seamos completamente libres, no sólo del poder y el castigo del pecado sino también de su misma presencia, veremos a Cristo tal como es (1 Corintios 13:12; Filipenses 3:20-21; 1 Juan 3:2). Aun así, podemos experimentar un anticipo del gozo puro que un día tendremos en la presencia de Dios. David escribió: "Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11). La presencia de Dios es algo que anhelamos.

La presencia de Dios se revelará a los incrédulos de una manera muy diferente. Dios está presente en el cielo de una forma distinta a lo que ocurre en el infierno. El cielo es la morada especial de Dios donde Él reina sin oposición. Aunque Dios está presente en todas partes, no todas las personas experimentan Su presencia de la misma manera en todos los lugares. Por ejemplo, Cristo describió a los fariseos y a otros que se negaban a creer en Él como espiritualmente ciegos (Mateo 15:14; Juan 12:40). Aunque Jesús se presentó ante ellos como Dios en la carne, muchos no lo vieron ni lo reconocieron como tal. Ciertamente, el Diablo y los demonios no experimentan la presencia de Dios de la misma manera que los creyentes y los ángeles en el cielo (Mateo 8:29; Salmo 148:2). Los que están en Cristo experimentan el amor de Dios y no Su condena (Juan 3:16-18; Romanos 8:1), mientras que los que rechazan a Cristo permanecen bajo la condena de Dios y esperan Su ira (Juan 3:36).

Dios está presente en todas partes en cuanto a Su esencia o divinidad, aunque Su presencia misericordiosa sólo la experimentan los que están en Cristo. En ningún lugar se ve y se descubre más plenamente la presencia de Dios que en Jesucristo, el único Hijo de Dios. La Escritura nos dice que fue en Jesucristo donde toda la plenitud de Dios se agradó para habitar en forma corporal (Colosenses 1:19). Si deseamos experimentar la plenitud eterna del gozo que existe en la presencia misericordiosa de Dios, debemos entrar creyendo en Cristo. Cristo es el único camino hacia la presencia perdonadora, pacífica, gozosa y amorosa de Dios Padre (Juan 14:6). Todos experimentaremos un día la presencia de Dios, ya sea en la manifestación de Su gracia y misericordia, o de Su justicia e ira. ¿Qué vas a elegir?



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