¿Son bíblicos los conceptos de pecado mortal y pecado venial?
La Iglesia Católica Romana enseña los conceptos de pecados mortales y veniales. En esta tradición, los pecados mortales son pecados graves que separan a una persona de Dios. Estos generalmente se definen como pecados graves deliberados e incluyen acciones como asesinato, violación, adulterio y robo. Los pecados veniales generalmente se describen como pecados más pequeños en los que la persona no era completamente consciente de la acción o no consentía completamente la acción. La tradición católica romana enseña correctamente que Dios puede perdonar todos los pecados. Sin embargo, esta distinción entre varios niveles de pecados es una tradición que no se encuentra en la Biblia. Aunque las consecuencias del pecado pueden variar, todo pecado separa a una persona de Dios a menos que la persona haya recibido el perdón por medio de Jesucristo.
Las Escrituras enseñan que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Romanos 3:10 agrega: "No hay un solo justo, ni siquiera uno".
Además, todo pecado lleva a la muerte sin Cristo. Romanos 6:23 nos comparte: "Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor."
Como destaca este versículo, el pecado lleva a la muerte, pero la vida eterna es un regalo de Jesús. Los que creen en Él tienen vida eterna (Juan 3:16) y pueden tener plenitud de vida ahora (Juan 10:10).
La tradición de clasificar los pecados en varios niveles se basa en los estándares humanos con respecto al pecado, no en la visión de Dios. Desde una perspectiva humana, el asesinato parece ser un pecado mucho mayor que una pequeña mentira. Para Dios, sin embargo, todo pecado nos separa de Su perfección aparte de Cristo. Como enseña Santiago 2:10: "Porque el que cumple con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda."
Un área final con respecto a la tradición de los pecados mortales y veniales también es importante de abordar. En la tradición católica, los pecados mortales separan a una persona de Dios, lo que significa que, a menos que ocurra el arrepentimiento, el creyente ha perdido su salvación y no irá al cielo al morir. Sin embargo, la Biblia enseña claramente: "Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús" (Romanos 8: 1).
La persona que verdaderamente ha puesto su fe en Jesucristo nunca puede ser separada del amor de Dios: "Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor." (Romanos 8: 38-39). Dios tiene claro que nada separa al creyente del amor de Cristo.
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