¿Cuál es el origen de las razas de la humanidad?

Esta es otra de esas preguntas relacionadas con la creación que comienza con una suposición falsa. En este caso, la suposición es que hay diferentes razas humanas. Pero en realidad solo hay una. Genéticamente hablando, toda la humanidad es una raza. Una raza es una subespecie biológica que tiene rasgos anatómicos transmisibles genéticamente que la distinguen de otras razas. Gracias a la investigación genética, ahora sabemos que los humanos en todo el mundo son 99,8% genéticamente idénticos. La mayor parte de este 0,2% de diferencia tiene que ver con el género y las personalidades. Las diferencias físicas involucran solo el 0,012% de los genes de una persona. Incluso tomando en cuenta las características faciales y el color de piel, los humanos son una sola raza.

Las personas que proceden de diferentes áreas geográficas tienden a tener características similares. Una de las hipótesis más comunes es que cuando Dios confundió los idiomas en la Torre de Babel (Génesis 11: 1-9), Él cambió las características de los diferentes grupos lingüísticos para que fuese más apropiado a sus nuevos entornos geográficos. Por ejemplo, la piel más oscura protege contra el cáncer de piel en áreas particularmente soleadas, la piel más clara absorbe más vitamina D del débil sol de climas más hacia el norte, etc.

Es más probable que Adán y Eva tuvieran el potencial genético para producir una variedad de tonos de piel y diversas características. Noé y su familia aparentemente transmitieron este potencial. En la Torre de Babel, Dios separó a las personas en idiomas y naciones (Génesis 10:32). A medida que las personas con un mismo lenguaje se apartaban hacia un relativo aislamiento geográfico, los genes recesivos se reforzarían dentro de esas poblaciones particulares. Luego esas características se habrían vuelto más exageradas hasta que las características específicas se volvieran fácilmente identificables.

Cualquiera que sea la causa, es importante recordar que Dios no hace absolutamente ninguna distinción basada en el color de la piel o las características físicas (Gálatas 3:28, Colosenses 3:11, Romanos 10: 12-13). Dios mismo le dijo a Samuel: "Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón." (1 Samuel 16: 7 – RVR 1960).