¿Es bíblica la oración persistente? ¿Es aceptable orar repetidamente por lo mismo, o deberíamos pedir solo una vez?

La oración persistente es algo en lo que los cristianos no siempre están de acuerdo, pero la Biblia brinda cierta orientación. Lucas 11: 5-13 registra la parábola del amigo a la medianoche. En él, un hombre que llama repetidamente a la puerta de su amigo recibe lo que le pide más por su persistencia que por la amistad. Jesús continúa diciendo que si pedimos, buscamos y tocamos, recibiremos. Además, explica que los humanos (que son pecaminosos) dan buenos regalos a sus hijos; él declara que nuestro Padre celestial nos dará regalos aún más grandes. Esta es una imagen de la oración persistente y expectante. Confiamos en que Dios es bueno, y por eso pedimos sus dones. Lucas 18: 1-7 comparte una parábola similar, esta vez de una viuda y un juez injusto.

Sin embargo, Pablo comenta en 2 Corintios 12: 8-9 que le suplicó al Señor por algo tres veces. Dios rechazó la petición de Pablo. Curiosamente, Pablo dejó de orar, no porque se rindió o pensó que era inapropiado pedirle a Dios más de tres veces, sino porque había recibido una respuesta. Simplemente sucedió que la respuesta fue un no.

Algunos ven que pedirle a Dios lo mismo repetidas veces demuestra falta de fe o una señal de que no confiamos en que Dios escucha nuestras oraciones. Ellos asumen que la oración persistente es presuntuosa y grosera. Otros ven en no pedir repetidamente algo como falta de fe o una señal de que no confiamos en la bondad de Dios. No persistir en la oración significa que nos hemos rendido con demasiada facilidad.

En verdad, ambas perspectivas pueden ser válidas. La Biblia nos anima a pedirle a Dios por nuestras necesidades y ejemplifica las oraciones persistentes. Pablo le rogó a Dios tres veces antes de recibir una respuesta sólida. David hizo constantes peticiones a Dios en los Salmos. Jesús incluso oró tres veces con respecto a la cruz (Mateo 26: 36-46). Cuando traemos nuestras peticiones a Dios, lo honramos. Revelamos los deseos de nuestros corazones y admitimos que solo Él puede satisfacerlos. A menudo, nuestras peticiones repetidas se relacionan con otras personas. En esos casos, sus corazones deben ser cambiados para que nuestra solicitud sea concedida.

Por otro lado, a veces, pedir repetidamente lo mismo demuestra nuestra falta de voluntad para aceptar la respuesta de Dios. Algunos tratan las peticiones repetidas como una especie de fórmula mágica que forzará la mano de Dios. Dios no está obligado a decir sí a todas nuestras peticiones. En lugar de someternos a Su voluntad, a veces persistimos en la oración por algo por lo que ya hemos recibido una respuesta. Dios nos ha dicho que no, y, como un niño rebelde, nos negamos a aceptarlo.

Sabemos que Dios es bueno y que desea darnos buenos regalos (Mateo 7: 7-11; Lucas 11:13). Podemos continuar buscándolo a través de la oración y dar a conocer nuestras peticiones a Él (Filipenses 4: 6). Pero en nuestra persistencia debemos estar dispuestos a someternos a la voluntad de Dios. Los caminos de Dios no son nuestros caminos (Isaías 55: 8-9). Sabemos que todo lo que pedimos en Su voluntad se concede (1 Juan 5: 14-15). También sabemos que a veces nuestros corazones no entienden Su voluntad o Su tiempo. A veces debemos estar dispuestos a esperar a que se manifieste el sí de Dios. Otras veces debemos estar dispuestos a aceptar un no por respuesta. Cuando conocemos a Dios y confiamos en Su buen carácter, repetidamente podemos traerle la misma petición y descansar en el hecho de que su respuesta será la mejor para nosotros. Dios desea tanto nuestra persistencia como nuestra sumisión.



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