En 2 Corintios 5:17, se describe al cristiano como una “nueva creación” porque el Espíritu de Dios transforma a todo aquel que ha sido salvado, haciéndolo espiritualmente nuevo. Este cambio es como renacer, con la vieja naturaleza pecaminosa reemplazada por un corazón que desea los caminos de Dios. El proceso de convertirse en una nueva creación implica un cambio en los deseos, pasando del egocentrismo al anhelo de vivir para Dios. Sin embargo, esta transformación no es inmediata ni perfecta, y el creyente sigue luchando con la carne. En última instancia, la nueva creación en Cristo da la seguridad de la restauración definitiva y la liberación del pecado que se realizará plenamente en el futuro.
¿Qué significa, en términos prácticos, que un cristiano es una nueva creación? ¿Cómo se experimenta? ¿Qué se siente al convertirse en una “nueva creación”? ¿Da miedo o es como una experiencia extracorpórea? ¿Dios te lava el cerebro? ¿Qué significa ser regenerado y recibir un “corazón de carne”, como dice el profeta (Ezequiel 36:26)? Llegar a ser una nueva creación no es como un lavado de cerebro; no tiene nada de aterrador. Es más bien como recuperar la salud. Cuando Adán y Eva pecaron, los seres humanos perdieron su estrecha conexión con Dios. La regeneración restaura esa conexión, haciendo posible que el Espíritu de Dios habite en ti y fluya a través de ti como debe ser.
Sin embargo, convertirte en una nueva creación conlleva ciertos retos. La carne, o el cuerpo físico y la mente, es influenciada por Satanás, por el mundo y por tus propios hábitos construidos durante toda la vida. Esta carne lucha contra el “nuevo hombre” que es creado. Era amiga del viejo yo, pero el nuevo yo está alineado con el Espíritu de Dios, y la carne ya no puede tener el control. Esto crea un conflicto interno (Romanos 7:14-23) que los no regenerados no experimentan. Afortunadamente, Dios te libera con el tiempo de este “cuerpo de muerte” y no te condena cuando pierdes la lucha con la carne (Romanos 7:24-8:1). Por el contrario, Él trabaja continuamente en aquellos que Él ha regenerado. Estás en un estado constante de recreación (Hebreos 10:14) hasta que llegues al cielo y seas glorificado, sin luchar más con el pecado (Romanos 8:30).
Junto con ser liberado de la esclavitud del pecado, la nueva creación en Cristo desea las cosas de Dios. Todavía pecas y fallas, pero el resultado del pecado es diferente. En lugar de satisfacción, la nueva creación siente decepción después de caer en el pecado. Te ha alejado de Dios, de Aquel a quien ahora amas más que cualquier cosa que el pecado pueda ofrecer. Ahora anhelas vivir para las cosas de Dios, caminar según Sus caminos y Su voluntad, y experimentar Su presencia más profundamente. Este deseo de justicia crece en ti, no por tus propias fuerzas, sino porque el Espíritu de Dios mora ahora en ti, transformando tus deseos de estar centrados en ti mismo a estar centrados en Dios. Este cambio no siempre es inmediato ni perfecto, pero es evidente en las nuevas inclinaciones del corazón: el deseo de amar, servir y seguir a Cristo.