¿Deben los cristianos juzgar las enseñanzas de sus líderes?

Los cristianos están llamados a comprometerse con Dios con todo su entendimiento (Marcos 12:30). Esto implica utilizar el pensamiento crítico para evaluar las palabras de nuestros líderes y maestros. Lucas escribió: "Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11). Los de Berea no tomaban las enseñanzas de Pablo al pie de la letra. Por el contrario, discernían por sí mismos si sus enseñanzas coincidían con lo que sabían de Dios. Esto no quiere decir que los de Berea no estimaran a Pablo o rechazaran automáticamente sus enseñanzas. Más bien, eran cautelosos. No confiaban en Pablo simplemente porque fuera un líder de la fe. Examinaron sus palabras y se aseguraron de que estaban alineadas con la verdad de Dios antes de aceptarlas. Los cristianos deberían hacer lo mismo hoy. Este concepto se confirma en otras partes de la Biblia.

Por ejemplo, Juan escribió: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo" (1 Juan 4:1). Los falsos maestros y líderes están en todas partes. Debemos poner a prueba lo que dicen nuestros líderes para asegurarnos de que nos acercan a Dios. Pablo escribe a los Efesios: "para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Efesios 4:14-15). Aquí Pablo está diciendo que algunos líderes terrenales son verdaderos mentirosos. Segunda de Pedro 2 habla duramente contra esos falsos maestros. No todos los que enseñan falsamente lo hacen intencionadamente, sin embargo, el resultado final de la falsa enseñanza es la incertidumbre. Cuando creemos mentiras, se nos priva de la plenitud de vida que nos ha sido dada en Cristo (Juan 10:10).

Como Pablo instruyó a Timoteo, los cristianos deben "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren" (1 Timoteo 4:16). Los líderes merecen nuestro respeto, pero no que los sigamos ciegamente. Todo lo que se nos enseñe debe estar de acuerdo con la verdad de Dios. Podemos estar abiertos a aprender cosas nuevas y a entender a Dios de formas diferentes. Ciertamente no debemos asumir que nuestra manera de pensar es necesariamente correcta. Sin embargo, no debemos aceptar enseñanzas que contradigan la Palabra de Dios. Tampoco debemos aceptar automáticamente todo lo que digan nuestros líderes. Como hicieron los de Berea, debemos acercarnos a las enseñanzas con deseo de aprender, pero también con cautela acerca de su verdad. Debemos escudriñar las Escrituras por nosotros mismos y afinar nuestros oídos espirituales con el discernimiento del Espíritu Santo para hacer lo que se nos pide: "Examinadlo todo; retened lo bueno" (1 Tesalonicenses 5:21).



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