Una fortaleza se define como un lugar que ha sido fortificado para protegerlo contra los ataques o un lugar donde una causa o creencia particular se defiende o sostiene con firmeza. Las fortalezas están diseñadas para ser un lugar seguro. Como creyentes en Cristo, necesitamos hacer del Señor nuestra fortaleza. Él es nuestro lugar seguro y nuestro refugio (Salmo 27:1). Una fortaleza espiritual es cualquier cosa que se opone o se eleva por encima del conocimiento de Dios, como argumentos, pensamientos o creencias que nos impiden confiar plenamente en Él. La Biblia enseña que debemos combatir estas fortalezas espirituales usando el poder divino de Dios, no armas terrenales, apoyándonos en la verdad, la justicia, la fe y la Palabra de Dios (Efesios 6:10-18). Al confiar plenamente en el amor y el poder de Dios, podemos destruir estas barreras, permitiendo que Cristo reine en nuestras vidas y ayudando a otros a experimentar la libertad en Él. En última instancia, Jesús ya ha ganado la victoria, y nuestra tarea es caminar en esa victoria, derribando las barreras espirituales a través de las armas que Él nos ha dado.
Puede haber fortalezas espirituales tanto carnales como demoníacas en nuestras vidas, familias e iglesias, pero el poder de Cristo nos permite ser libres de ellas. Dios también nos da la habilidad de operar en Su poder para ayudar a otros a ser libres de fortalezas espirituales. En lugar de depender de nosotros mismos y estar en esclavitud, podemos depositar plenamente nuestra confianza en Dios y en Su amor por nosotros y hacer de Él la única fortaleza que tenemos. Aunque experimentaremos resistencia cuando comencemos a destruir fortalezas espirituales, podemos permanecer confiados en que al hacer esto estamos siendo usados por el Señor para edificar Su Iglesia, y Él no permitirá que Satanás triunfe al final (Mateo 16:18). Jesús ya ha ganado la guerra. El Salmo 144:1-2 dice: "Bendito sea el SEÑOR, mi roca, Que adiestra mis manos para la guerra, Y mis dedos para la batalla. Él es mi bondad y mi fortaleza, Mi baluarte y mi libertador, Mi escudo y en quien me refugio, El que somete a mi pueblo debajo de mí.". En Cristo, podemos mantenernos firmes contra las fuerzas espirituales de las tinieblas utilizando las armas que Dios nos ha dado. Aunque estemos en una batalla feroz, podemos tener confianza sabiendo que estamos en el bando vencedor.