¿Acaso la enfermedad forma parte de la voluntad de Dios para los creyentes?
Cuando Adán y Eva cayeron en la tentación de Satanás en el Jardín del Edén, introdujeron el pecado y la maldad en un mundo que antes era perfecto. El resultado del pecado es la muerte (Romanos 6:23), y toda la creación, incluyendo la humanidad, desde entonces sufre la maldición de la muerte (Romanos 5:12; 8:19-22). La muerte abarca tanto la muerte física como la espiritual y significa algo más que el hecho de que nuestros corazones dejen de funcionar o que pasemos la eternidad en el infierno. Entre otros aspectos, la muerte también abarca los males naturales de nuestro mundo: enfermedades y dolencias. Aunque Dios permitió que el hombre tomara la decisión que lo esclavizó al pecado, no fue la voluntad de Dios que la humanidad pecara: Él es perfectamente santo, Su propia naturaleza está en oposición directa al pecado (Salmo 5:4; 92:15; Santiago 1:13). Tampoco es la voluntad de Dios que vivamos para siempre con las consecuencias del pecado. No sólo nos ha dado a Jesús como nuestro Salvador, sino que un día creará "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apocalipsis 21:1) sin ninguna mancha de pecado. Aunque ahora Dios es soberano, sobre todo. A pesar de que el pecado y el mal, con todas sus consecuencias, se han apoderado de la humanidad, no hay nada que ocurra sin que Dios lo permita. En la mayoría de los casos, la enfermedad y la muerte son un resultado natural del mal causado por el pecado del hombre, que afecta a nuestros cuerpos y a toda la naturaleza que nos rodea. Con todo, hay casos excepcionales en los que Dios ha causado directamente una enfermedad a alguien para enseñarle una lección o cuando se trata de un pecado grave (Daniel 4:28-37; 2 Crónicas 26:19-20; Hechos 5:1-10). También puede utilizar la enfermedad como medio de disciplina amorosa para los creyentes (Hebreos 12:5-11).
Independientemente de si Dios inflige activamente una enfermedad o si la permite de forma pasiva, podemos ver Sus propósitos supremos: traer gloria a Él mismo y revelarnos Su naturaleza. El poder y la soberanía de Dios le permiten utilizar incluso las peores circunstancias para llevar a cabo Su voluntad soberana. Esto podría incluir la demostración de Su poder mediante una sanidad milagrosa (Juan 9:1-3), el traer a los no creyentes a la salvación, o un sin número de cosas -incluyendo aquellas que sólo Él conoce.
No te equivoques: Dios se aflige cuando aquellos a los que ama sufren. Con frecuencia muestra Su amor y compasión por nosotros a través de otras personas que nos ministran y cuidan en tiempos de enfermedad (2 Corintios 1:3-5). Y pase lo que pase, podemos confiar en que Dios es bueno, porque esa es Su naturaleza. Él nunca nos afligirá innecesariamente, y puede utilizar estos tiempos de dolor para producir cosas buenas en nuestras vidas o en las de otros (Romanos 8:28-30).
Aunque puede ser difícil experimentar la enfermedad o ver sufrir a los que amamos, podemos tener fe en que Dios es soberano y que se preocupa por cada uno de nosotros. Puede que no veamos Sus planes y propósitos realizarse durante nuestra vida, pero podemos estar seguros de que Dios sabe lo que está haciendo.
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