¿Cuál debe ser la respuesta del creyente a las características de Dios?
Conmoción y asombro, temor y fe, adoración y alabanza, devoción y deleite, humildad y amor: éstas son algunas de las reacciones correctas e inevitables que se producen cuando un creyente en Cristo medita en las características de Dios. Estudiar la doctrina de Dios y Sus características puede parecer aburrido o tedioso para algunas personas, pero para los cristianos, reflexionar sobre las características de Dios es motivo de gozo. No podemos amar a quien no conocemos. Algunas de las características de Dios son tan asombrosas que no podemos comprenderlas completamente. Como criaturas finitas y limitadas en el tiempo, no existe ningún equivalente en nosotros o en este mundo con el que podamos compararlas. De hecho, una de las características de Dios es que es incomprensible, es decir, que no podemos comprenderlo plenamente (Romanos 11:34; Isaías 40:13; Job 15:8). Algunas de las características de Dios son tan impresionantes y asombrosas que la única reacción apropiada es la alabanza (Romanos 11:33). Por ejemplo, Dios es eterno. No tiene principio ni fin. Dios tiene aseidad. Es decir, Dios es auto existente. Es la Causa no provocada cuya existencia es necesaria para que todo exista (Isaías 40:18; Hechos 17:25; Colosenses 1:16-17). La vida misma tiene su origen en Dios (Juan 5:26). Las características de Dios que se han revelado a la humanidad sólo en la revelación general, como Su eterno poder y naturaleza divina, son motivo suficiente para que todos se sientan obligados a adorarle, honrarle y darle gracias (Romanos 1:20).
Sin embargo, Dios ha revelado mucho más sobre Sus características que la mera revelación general; nos ha dado Su Palabra (es decir, la revelación especial). Si escudriñamos las Escrituras podemos ver cómo los patriarcas, los profetas, los discípulos y los apóstoles respondieron a la revelación que Dios hizo de sí mismo. Aunque las características de Dios se revelan a lo largo de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, por motivos de espacio, examinaremos sólo algunos "puntos destacados" de esas revelaciones.
En Job, vemos las características de la omnipotencia, la soberanía y la justicia de Dios. A pesar de que Job era un hombre recto, experimentó un enorme sufrimiento. Cuando Job empezó a cuestionar la justicia de Dios, nos encontramos con una de las mayores revelaciones de Dios sobre Su soberanía, justicia y poder. Después, vemos la reacción de Job, la cual incluye un silencio absoluto acompañado de un sentimiento de vergüenza y arrepentimiento (Job 38:1-42:6).
En el capítulo 6 de Isaías, versículos 1 a 4, el profeta recibe una visión de la santidad de Dios. Como respuesta a esta visión, Isaías exclama: "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Señor de los ejércitos". (Isaías 6:5). Al verse confrontado con la santidad de Dios, Isaías experimenta pavor y llega a ver su propio pecado e indignidad.
En el Monte Sinaí, Dios reveló muchas de Sus características a Moisés. Por ejemplo, Éxodo 34:5-7 dice: "Y el Señor descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre del Señor. Y pasando el Señor por delante de él, proclamó: ¡Señor! ¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación". Aquí vemos a Dios revelando Sus características de misericordia, gracia, paciencia, amor, fidelidad, justicia e ira. ¿Cómo responde Moisés? Moisés inclina la cabeza hacia el suelo y adora a Dios (Éxodo 34:8).
Finalmente, Dios ha revelado Sus características en la encarnación de su Hijo, Jesucristo. Cristo es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen exacta de Su naturaleza (Hebreos 1:1-4). Dios se reveló plenamente en Jesucristo (Juan 1:18; 14:9; Colosenses 1:15). ¿Cuáles son algunas de las respuestas acertadas que vemos en el Nuevo Testamento respecto a la revelación de Cristo como Dios en la carne? Juan el Bautista declara que Jesús es el Cordero preexistente de Dios que vino a quitar el pecado del mundo, cuyas sandalias Juan no se consideró digno de desatar (Juan 1:29-30). María, la hermana de Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos, reaccionó ungiendo los pies de Jesús con un costoso ungüento y enjugó Sus pies con sus cabellos como un acto de humildad y devoción (Juan 12:2-3). El apóstol Tomás, tras poner sus manos sobre las cicatrices de Jesús resucitado exclamó: "¡Señor mío y Dios mío!". (Juan 20:27-28). Estas son sólo algunas de las respuestas registradas por los creyentes que reconocieron que Jesucristo es Dios en la carne. La única respuesta apropiada a esta revelación es doblar las rodillas y confesar con la lengua que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11).
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