Antes de la creación, Dios existía eternamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo, perfectamente completo en amor, comunidad y gloria. La Biblia revela que Jesús, el Verbo, estaba con Dios y participaba activamente en la creación, compartiendo el amor y la gloria del Padre antes del comienzo del mundo (Juan 1:1-3, 17:5). Desde la eternidad pasada, Dios planeó Su creación y salvación, eligiendo a Jesús como Cordero para redimir a la humanidad del pecado (1 Pedro 1:19-20; Apocalipsis 13:8). Su plan soberano incluye ofrecer la vida eterna y escribir el Libro de la Vida antes de la creación (Tito 1:2; Apocalipsis 17:8). Esto nos recuerda que Dios, que existía antes de la creación, es intencional, tiene el control y nos creó para que Lo conozcamos, Lo glorifiquemos y vivamos de acuerdo con Su propósito.
Es fascinante pensar en lo que Dios hacía antes de la creación del mundo. ¿Por qué creó Dios el universo? ¿Cuál era su plan para la creación? ¿Cuál es nuestro propósito? La buena noticia para nosotros es que Dios revela las respuestas a estas preguntas y a otras más en Su ordenamiento escrito, la Biblia. La Biblia comunica la intencionalidad de Dios al planear de antemano el curso de los acontecimientos que tendrían lugar en el mundo que Él creó. Su plan era completo de principio a fin, y nada de lo que ocurre hoy Le coge por sorpresa. Él gobierna y reina soberanamente sobre el mundo, y todo lo que quiere siempre se cumple. Dios sabía de antemano que los seres humanos que creó para que tuvieran comunión con Él elegirían finalmente pecar y rebelarse contra Él. Los efectos de nuestro pecado y rebelión se sienten hoy en día a través de la muerte, la enfermedad, la inmoralidad, la anarquía, el egoísmo y la destrucción. Sin embargo, Dios, en Su amor por el mundo, envió a Su único Hijo, Jesucristo, en una misión de rescate para salvar a la gente del mundo del pecado (Juan 3:16). Desde la eternidad pasada, Jesucristo fue elegido para ser el Salvador del mundo. Murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para destruir el poder del pecado y de la muerte (1 Corintios 15:3-4). Estas son las buenas nuevas del Evangelio de Jesucristo. Cualquiera que crea en Jesús, recibiéndolo como su Salvador del pecado, es perdonado de todo pecado, se le da vida eterna y nace de nuevo como hijo de Dios (Juan 1:12, 3:16; Hechos 13:38-39). Como cristianos, podemos consolarnos sabiendo que Dios ha estado y siempre estará en control del universo. También podemos consolarnos sabiendo que Él nos creó con un propósito: Conocerlo, darlo a conocer a los demás y glorificarlo en todo lo que hagamos (1 Corintios 10:31).