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Isaías escribió 800 años antes de que viniera Jesús para recordarles a los israelitas que el Mesías iba a venir y que iniciaría Su reino (Isaías 9:6-7). Les ofreció esperanza. La esperanza era especialmente necesaria en esa época porque los asirios estaban tomando cautivos mientras conquistaban grandes territorios. "Admirable, Consejero" era uno de los varios títulos que tendría el Mesías.
La palabra "Admirable" indicaba que era tan bueno que estaba más allá de la comprensión o era incomprensible. La palabra "Consejero" no es como lo que pensamos de un trabajador social o consejero escolar, sino un gobernante sabio y de confianza.
Más allá del título profetizado, Jesús demostró Su grandeza sanando a la gente (Mateo 4:23), enseñando con autoridad (Mateo 7:28-29; Lucas 4:17-22), viviendo una vida perfecta (Hebreos 4:15), y mucho más. Luego, después de sufrir una muerte agónica, ¡resucitó de entre los muertos tres días después (Marcos 16:6)!
Jesús demostró Su capacidad de conocer a la gente (Juan 1:47-48; 2:25). Enseñó cosas maravillosas, verdades de Dios contrarias a la lógica humana. Por ejemplo, ama a tus enemigos (Lucas 6:27), alégrate en medio de la persecución (Mateo 5:11-12), no te preocupes por las cosas terrenales sino confía en Dios (Mateo 6:25-34). Pablo escribe que Jesús conoce toda la sabiduría y el conocimiento (Colosenses 2:3). El escritor de Hebreos dice que Jesús siempre eligió el camino correcto (Hebreos 4:15-16). Sin duda, puede aconsejar a Sus seguidores (Santiago 1:5).
Por título, por hechos y por testigos, Jesús es nuestro Admirable, Consejero. Nos ama (1 Juan 4:19) y murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Nada puede separarnos de ese amor. Como dice Romanos 8:38-39: "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38-39).