¿Cuántas veces Jesús predijo Su muerte?

Jesús vino a la tierra "a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). Él aseguró la salvación para aquellos que pusieron su confianza en Él a través de Su muerte y resurrección (1 Corintios 15:3-7; Juan 3:16-18, 36; Efesios 2:1-10). Aunque Su vida estuvo cargada de maravillosos milagros y enseñanzas, no habrían sido nada sin la obra de Su muerte en la cruz para la expiación de nuestros pecados y Su resurrección que así lo demostró. En Su muerte Jesús fue el sacrificio suficiente por nuestros pecados. Sin Su muerte y resurrección, Jesús sólo sería otro buen maestro. Por la importancia de Su muerte, Jesús preparó a Sus seguidores para Su muerte diciéndoles varias veces que moriría y resucitaría.

La primera mención de Jesús sobre Su muerte ocurrió después de que Pedro confesara a Jesús como el Cristo. "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día" (Mateo 16:21; cf. Marcos 8:31-32, Lucas 9:21-22). Mateo y Marcos registran que Pedro reprendió a Jesús por decir esto (Mateo 16:22-23; Marcos 8:32-33). "Pero él [Jesús], volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres" (Mateo 16:23). Jesús estaba decidido en Su misión y no se dejaría persuadir de soportar la cruz (Hebreos 12:2; Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46).

La segunda vez que Jesús predijo Su muerte fue después de la transfiguración y después de haber sanado al muchacho endemoniado. "Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle" (Marcos 9:30-32; cf. Mt 17,22-23; Lc 9,43-45). Mateo dice que los discípulos "se entristecieron en gran manera" (Mateo 17:23). Lucas relata que Sus discípulos no le entendieron y que se les ocultó el significado.

Finalmente, Jesús contó a Sus discípulos lo que le sucedería al acercarse a Jerusalén en los últimos días de Su vida: "Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará" (Mateo 20:17-19; cf. Marcos 10:32-34; Lucas 18:31-34).

Hay referencias más discretas a la muerte de Jesús en el evangelio de Juan (Juan 12:7-8; 13:33; 14:25). También hay otras ocasiones en las que Jesús habló metafóricamente de Su muerte y resurrección. En Juan 2:18-22 dijo a los judíos que levantaría el templo, refiriéndose a Su cuerpo, al cabo de tres días si éste era destruido. Mateo y Lucas registran a Jesús comparando Su muerte y resurrección con el tiempo de Jonás en el vientre de un pez: "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mateo 12:40; Mateo 16:4; Lucas 11:29-32).

Jesús habló de Su muerte y resurrección con bastante frecuencia y claridad, hasta el punto de que, cuando murió, los sumos sacerdotes y los fariseos, recordando que había dicho que resucitaría, pidieron a Poncio Pilato que pusiera una guardia sobre la tumba donde se guardaba Su cuerpo (Mateo 27:62-64). Al predecir Su muerte a Sus seguidores, Jesús se aseguró de que comprendieran Su deidad y Su propósito de venir a esta tierra, especialmente porque los judíos esperaban que el Mesías viniera como un conquistador que los liberaría del dominio romano. Jesús dijo que había venido a cumplir la Ley y los Profetas (Mateo 5:17) y una de las principales formas de hacerlo fue mediante Su muerte: Su sacrificio perfecto fue lo que prefiguró el sistema de sacrificios (Hebreos 9-10). Jesús fue el sacrificio perfecto, hecho una vez y para siempre; Su valor es tan grande que Su muerte cubrió el precio de todos nuestros pecados (Romanos 5:12-21).



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