¿Qué significa que Dios no puede ser tentado (Santiago 1:13)?
Santiago 1:13-14 dice: "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido". La frase "Dios no puede ser tentado" significa que Dios no puede ser tentado haciendo el mal. Dios sí que es bueno. Él es perfecto, y Su carácter es infalible. Él es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8). El mal es lo que se opone a la naturaleza de Dios. No hay nada en Dios o externo a Dios que le haga querer hacer el mal. Él no puede ser tentado. Dios es omnisciente (lo sabe todo). El mal por lo general es de naturaleza engañosa y, para las personas, podría parecer que ofrece algo bueno (Génesis 3:1-13; Juan 8:44). No obstante, Dios nunca caerá en las mentiras del mal. Puesto que Dios se opone completamente al mal y no puede ser engañado, nunca nos tentará para que hagamos el mal—hacerlo estaría fuera de la línea de Su carácter.
Al principio del capítulo, Santiago escribe que debemos considerar como un gozo cuando experimentamos las pruebas y evidencias de nuestra fe, ya que estas desarrollan en nosotros la perseverancia, haciéndonos creyentes maduros (Santiago 1:2-4; ver también 1 Pedro 1:6-7). Aunque nuestra fe será probada, eso no significa que la tentación de pecar provenga de Dios. Las pruebas pueden ser usadas para refinarnos, pero la tentación de pecar viene de nuestra propia naturaleza pecaminosa con la que nacimos, una secuela de la caída. Cada uno de nosotros es tentado por nuestros propios deseos.
Nuestra naturaleza pecaminosa nos atrae en la dirección del pecado. Cuando nacemos de nuevo, recibimos el Espíritu Santo que mora en nosotros. Somos una nueva creación (2 Corintios 5:17). Esa nueva naturaleza y el Espíritu Santo en nosotros nos impulsan a andar en los caminos de Dios. Experimentamos una lucha entre nuestra naturaleza pecaminosa y esta nueva naturaleza, sin embargo, podemos vencer. A medida que maduramos en esta nueva naturaleza dentro de nosotros y permitimos que el Espíritu Santo nos transforme, con mayor frecuencia decimos "no" a la tentación del pecado y por el contrario caminamos en la justicia (Gálatas 5; Filipenses 2:12-13).
Tenemos un Salvador que fue tentado como nosotros y venció (Hebreos 2:18). Él se compadece de nosotros y nos ayuda a vencer. También nos ofrece misericordia y gracia (Hebreos 4:14-16). Ya ha pagado la pena por nuestro pecado, y nos ayuda a no seguir viviendo en pecado (1 Juan 1:8-10; 1 Juan 3:4-10; Juan 15:1-17; Juan 16:33). El Espíritu Santo es el poder que tenemos para caminar con Cristo como vencedores (Gálatas 5:16). Dios no nos tienta a pecar. Por el contrario, nos da el poder para resistir la tentación (1 Corintios 10:13; Santiago 4:7-10). Es más, Dios nunca puede ser tentado por el mal. Esta verdad nos da una gran confianza. Dios nunca actuará en contra de Su naturaleza. Sabemos que Su carácter es amoroso, bondadoso, misericordioso y justo (Éxodo 34:6-7; 1 Pedro 1:3-9; Judas 1:24-25). Dios siempre hará lo que es correcto. A diferencia de los humanos, Dios no puede ser tentado, sobornado o engañado para hacer el mal. Dios es soberano sobre el universo; qué consuelo saber que todo el mundo está en Sus buenas manos.
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