Dios no es el autor de la confusión (1 Corintios 14:33). Dios creó la paz. Desde la creación hasta Sus mandamientos, Dios demuestra un diseño intencional y orden en todo lo que hace. El caos y el desorden en el mundo provienen del pecado y de las fuerzas demoníacas, no de Dios. Puesto que “Dios no es Dios de confusión, sino de paz”, Pablo enfatizó que las reuniones de la iglesia deben reflejar la naturaleza y el carácter de Dios. Las reuniones de la iglesia deben honrar a Dios de una manera ordenada y en unidad, ayudando a todos los presentes a caminar con Él. Como creyentes, estamos llamados a vivir a la luz de la paz y el orden de Dios, resistiendo al caos del mundo y reflejando Su sabiduría en nuestras vidas y comunidades.
Al afirmar que Dios no es el autor de la confusión, Pablo disipa la idea de que las personas están sujetas a los caprichos del Espíritu. El Espíritu Santo no se apodera de las personas de manera incontrolable para que los dones espirituales se utilicen sin autocontrol. Al contrario, como Dios es un Dios de orden, Su Espíritu no mueve a las personas a actuar de manera desordenada. La noción de estar “lleno del Espíritu” не se demuestra con un ejercicio desordenado de los dones espirituales, ni debe usarse como medida de la madurez espiritual de una persona o una iglesia, o de su cercanía con Dios. Al observar el orden del universo en la naturaleza, es evidente que apenas arañamos la superficie de la comprensión de Su obra. El caos, el desorden y la confusión que existen en este mundo no reflejan el carácter de Dios; más bien, existen en oposición a Él. Santiago contrasta lo demoníaco con la sabiduría, la paz y el orden de Dios: “Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. Porque donde hay celos y ambición personal[c], allí hay confusión y toda cosa mala. Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía” (Santiago 3:15-17). La sabiduría del mundo trae desorden y confusión de todo tipo. Dios no es el autor de la confusión. Podemos animarnos al saber que el caos de este mundo no se debe a Dios, sino a la pecaminosidad humana y a la obra del diablo para corromper lo que Dios ha destinado para el bien. Dios nos diseñó para vivir en paz, estabilidad y orden. Al estar sometidos a Cristo, nuestras vidas y los servicios de nuestra iglesia deben reflejar el orden que Dios diseñó desde la creación.