¿Cómo debemos entender a Dios como Abba Padre?
Abba es una palabra aramea (o, al menos, semítica) que significa "Padre". Existe un debate sobre las connotaciones de la palabra. Muchos la han traducido como "papá", aludiendo al nombre que un niño pequeño tiene para su padre. Algunos estudiosos recientes han afirmado que Abba no es una palabra infantil, sino un término de respeto. Es "Padre" tal y como lo usa un hijo adulto. Ciertamente sigue siendo familiar, pero también contiene un sentido de reverencia y respeto. Estos eruditos añaden que el artículo definido que se suele usar con Abba le da al término un sentido de "el Padre" o "mi Padre". En cualquier caso, que Dios sea nuestro Abba Padre significa que Él es nuestro Padre. La palabra implica un sentido de cercanía. Los seguidores de Cristo son adoptados en la familia de Dios. Somos hechos Sus hijos. Romanos 8:14-17 dice: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". Hemos sido plenamente aceptados en la familia de Dios. No somos extraños, sino verdaderos hijos e hijas. Somos herederos con Cristo. No fuimos salvos sólo para ser testigos u obreros de Dios, sino para formar parte de Su familia. A los creyentes se les concede el derecho a participar en la plenitud del plan de Dios. Experimentamos las recompensas de la redención.
Efesios 1:3-14 ofrece otra descripción de lo que significa ser hijos de Dios:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Dios nos eligió. No nos ganamos nuestra condición de hijos adoptivos. Antes de crear el mundo, Dios conocía el plan de redención. Sólo por Su gracia hemos sido justificados (Efesios 2:8-10). Y sólo por Su gracia Dios eligió agregarnos a Su familia.
Cuando nos trajo a Su familia, Dios nos dio plenos derechos. No nos considera invitados, sino familia. Por lo tanto, Dios no solo nos perdona, sino que nos da a conocer las cosas. Él no guarda "secretos de familia". Más bien, nos revela Su plan en la medida en que somos capaces de manejarlo, así como un padre revela las cosas a su hijo en crecimiento según el nivel de desarrollo adecuado. Dios nos habla como un buen padre habla a sus hijos. Dios también se ha puesto a nuestra disposición. Podemos acercarnos a Dios con confianza (Hebreos 4:14-16). No debemos temer acercarnos a Dios en oración. Oramos a nuestro Padre, sabiendo que es el Rey, pero también sabiendo que nos ama y nos considera suyos.
También tenemos una herencia, que nos está garantizada. Somos parte permanente de la familia de Dios. No estamos simplemente incluidos por un tiempo determinado, sino que se nos concede el derecho absoluto a ser hijos.
Dios hace todo esto "para alabanza de su gloria". Como Sus hijos, los creyentes representan a Dios ante el mundo. Así como los hijos de los hombres son un producto de sus familias y su comportamiento a menudo se refleja en sus familias, de la misma manera nosotros nos reflejamos en Dios.
Muchos luchan con el concepto de Dios como padre. Los padres terrenales fallan a sus hijos. Incluso los que son buenos según los estándares humanos no son perfectos. Tristemente, hay muchos padres que son abusivos y negligentes. Estos hombres no son un reflejo de lo que es Dios como Padre. Dios es el Padre perfecto. Él no decepciona como lo hacen nuestros padres terrenales. Él no abusa ni avergüenza. Disciplina con amor (Hebreos 12:7-11). Merece, e incluso exige, respeto. También es increíblemente amoroso e íntimamente personal. Conoce nuestras necesidades y las satisface (Mateo 6:31-33).
Dios cuida de nosotros como un buen padre cuida de sus hijos. Pertenecemos a Dios, así como un hijo pertenece a un padre. A los creyentes se les ha concedido el nombre de familia de Dios. Nuestra salvación está segura en Él. Nuestra vida terrenal está segura en Él. Podemos acercarnos a Él como lo haríamos con un padre amable, con una cercanía familiar acompañada de respeto.
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