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¿Qué quiere decir Dios cuando afirma: 'No te desampararé, ni te dejaré' (Hebreos 13:5)?
En ocasiones, sentirse abandonado o desamparado por los demás forma parte de la experiencia humana. A veces, una persona que está cerca de nosotros decide alejarse. Otras veces los cambios naturales de la vida provocan cambios en nuestras relaciones y a veces incluso nos sentimos abandonados cuando ha muerto un ser querido. Sin embargo, Dios nunca nos abandona. Una de las promesas más reconfortantes de la biblia es que Dios nunca nos dejará ni nos abandonará. La segunda parte de Hebreos 13:5 dice: "Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré".
Esta frase aparece por primera vez en Deuteronomio 31, donde Moisés anima a los israelitas a ir a tomar posesión de la tierra prometida. En parte, les dice a los israelitas: "Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará" (Deuteronomio 31:6). Después exhorta a Josué, el nuevo líder de los israelitas: "Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró el Señor a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. Y el Señor va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides". La función de liderazgo de Josué era sin duda desalentadora, sobre todo por el reto que suponía conducir a los israelitas a la tierra prometida; las palabras de Moisés habrían sido un recordatorio reconfortante y alentador de la presencia constante de Dios.
Este mismo mensaje lo dio Dios a otras personas en toda la biblia, por ejemplo, a Jacob (Génesis 28:15), a Josué (Josué 1:5, 9) y a los pobres y necesitados (Isaías 41:17). David animó a su hijo Salomón: "Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque el Señor Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa del Señor" (1 Crónicas 28:20).
Jesús, el Hijo de Dios, prometió a Sus discípulos (y a sus seguidores de hoy): "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20). Prometió enviar un Consolador, el Espíritu Santo, que nunca nos abandonará: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Juan 14:16-17; cf. Efesios 1:12-13).
Mientras Jesús estaba en la cruz muriendo por nuestros pecados, clamó a gran voz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46; Marcos 15:34). Esta frase se remonta a un salmo profético de David, que habla de las cosas que sucedieron durante la crucifixión de Jesús y que comienza con: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?" (Salmo 22:1). Jesús experimentó el abandono para que nosotros nunca tengamos que hacerlo.
Dios nunca nos abandonará ni nos dejará en el olvido. Gracias a que Jesús sacrificó Su propia vida por nuestros pecados y resucitó para demostrar que es quien dice ser y que Su sacrificio es suficiente para expiar nuestros pecados, podemos formar parte de la familia de Dios. La salvación por medio de Cristo nos da el derecho a ser hijos de Dios (Juan 1:12). Todos los que han puesto su fe en Jesús han sido adoptados en Su familia: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Romanos 8:14-17). Romanos 8 continúa explicando que nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús (Romanos 8:31-29). Incluso los padres terrenales pueden abandonarnos, pero podemos tener la paz de saber que nuestro Padre Celestial nunca lo hará (Salmo 27:10), y tenemos el Espíritu en nuestro interior para brindarnos ese reconfortante recordatorio.
El contexto que rodea a Hebreos 13 es una exhortación a la vida santa, a mostrar hospitalidad y a atender las necesidades de los demás. Hebreos 13:5-6 dice: "Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre". Este pasaje no es sólo un consuelo; es una exhortación a encontrar nuestro contentamiento y nuestra confianza en nuestra relación con Dios. Él es el Consolador que siempre está con nosotros.
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