¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que no había venido a abolir la ley, sino a cumplirla?
En Lucas 16:17 Jesús dice: "Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley" En Mateo 5:17-18, como parte de Su Sermón del Monte, Jesús dice: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido". Con estas palabras, Jesús honró la Ley como la Santa Palabra de Dios y declaró que la Ley era perfecta, no negociable y una verdadera predicción de la obra de Dios en el futuro. El cumplimiento de la Ley se encuentra en Cristo mismo y en Su obra de redención.
Somos salvos por la gracia de Dios (Efesios 2:8-9). Al estar bajo la gracia, los creyentes no están sujetos a la Ley (Romanos 6:14), sino que tenemos al Espíritu Santo viviendo en nuestros corazones. El Espíritu nos da la capacidad de "amarnos unos a otros" (Juan 13:34), y sabemos que "el que ama al prójimo, ha cumplido la ley" (Romanos 13:8). Los cristianos no se esfuerzan por cumplir la Ley de Moisés, que Cristo cumplió en nuestro nombre (Mateo 5:17); más bien, cumplimos la "ley de Cristo" por el poder del Espíritu (Gálatas 6:2).
Es importante mantener la declaración de Jesús en su contexto. Acababa de decir: "La ley y los profetas eran hasta Juan", en el versículo anterior (Lucas 16:16). Inmediatamente después, afirma la permanencia de la Ley, para evitar que se piense que la llegada de Juan el Bautista de alguna manera ha anulado la Ley. Incluso mientras se predicaba el Reino a la nación de Israel, la Ley seguía ocupando el lugar que le correspondía como revelación de la norma santa de Dios.
Tanto en Mateo 5 como en Lucas 16, Jesús resalta la inspiración de las Escrituras. La Palabra de Dios es nuestra autoridad. Más adelante, Jesús nos presenta el Nuevo Pacto, ratificado con el derramamiento de Su sangre (Lucas 22:20), aunque el Nuevo Pacto no destruye la Ley, sino que la completa. Los sacrificios que los hebreos tenían que ofrecer cada día no quedaron anulados por la muerte de Cristo, sino que encontraron su cumplimiento en Su muerte. Ya no horneamos pan, lo espolvoreamos con incienso y lo colocamos sobre una mesa en un templo (Levítico 24:5-7). Más bien, miramos al Pan de Vida, Jesucristo (Juan 6:51). La mesa de los panes de la proposición no era más que una figura de lo que estaba por venir; ya no forma parte de nuestra adoración actual, pero sigue siendo parte de los cimientos sobre los que se edifica nuestra fe (Efesios 2:20).
La Ley del Señor es perfecta (Salmo 19:7). Hasta que pasen el cielo y la tierra, la Santa Palabra de Dios -en su totalidad- seguirá cumpliendo todo aquello para lo que fue enviada (Isaías 55:11).
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